Por: Museo Numismático
Entre 1902, fecha de la toma de posesión del primer gobierno cubano, y 1914, año de la aprobación de la Ley de Acuñación de Moneda Nacional, transcurrieron doce años, en los cuales se presentaron al Congreso varios proyectos de ley encaminados a la acuñación de moneda nacional. En todos ellos se estipulaba que las monedas debían tener como base el patrón oro —como en Estados Unidos— y las mismas características de las monedas norteamericanas. Por otra parte, fueron numerosas las proposiciones formuladas para que se adoptaran en nuestro país, como propio, el sistema monetario de Estados Unidos.
Es oportuno señalar que en 1905 una entidad bancaria en que predominaba el capital norteamericano, establecida en nuestro país nada menos que con el nombre de Banco Nacional de Cuba (BNC), intentó hacer una emisión de billetes, por valor de un millón de pesos, pagaderos en oro español, aunque su capital estaba constituido con oro norteamericano, y en ninguno de los billetes impresos aparecía la efigie de José Martí. En cambio, en sus anversos, figuraban el Presidente de la República, el Presidente del Senado y el Secretario de Hacienda. De las grandes personalidades de nuestra historia sólo aparecía el generalísimo Máximo Gómez, que aún vivía y que sí tenía todos los méritos patrióticos y revolucionarios para que cualquier moneda ostentara su imagen.
Era explicable la exclusión de José Martí en una emisión de billetes proyectada por un banco norteamericano, sobre todo cuando predominaban en la nación orientaciones contrarias a su prédica revolucionaria y emancipadora.
Antes que en la moneda, la efigie de Martí apareció en las medallas. En 1911 la República otorgó la primera medalla oficial, consagrada a honrar a los veteranos del Ejército Libertador, y en 1913 se creó la primera medalla en la que figuraba José Martí. Fue autorizada por el Decreto Presidencial No. 918 de 10 de octubre de 1913. Esta medalla estaba destinada a conmemorar los trabajos realizados por las emigraciones cubanas durante las guerras de independencia, «considerando que la labor de los emigrados revolucionarios cubanos fue altamente beneficiosa para la causa de la libertad, por haber sido los fundadores del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y porque con sus donativos contribuyeron al sostenimiento económico de las distintas campañas, y con su incesante propaganda al mantenimiento de la fe en el ideal de la independencia de la Patria».
El distintivo creado, denominado «Medalla de la Emigración», era para el uso de los emigrados revolucionarios cubanos y de los extranjeros que con ellos cooperaron a la causa de la Revolución cubana.
Esta fue la segunda medalla de carácter oficial creada en nuestra patria, y con ella se recuerda el periodo de treinta años de luchas libradas por los cubanos de la emigración a través de tres guerras; la de los Diez Años (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y la final, conocida como la Revolución de Martí (1895-1898).
Y, por supuesto, era lógico que la medalla estuviera vinculada al hombre que unió las emigraciones en el PRC, cuya base organizativa fueron los clubes y asociaciones fundadas por los cubanos dispersos en distintos países.
En 1915 se acuñan en la Casa de Moneda de Filadelfia las primeras monedas con el busto de Martí. Después de trece años de república dependiente empezaron a circular las primeras monedas acuñadas en oro, plata y níquel. Nuestro sistema monetario tenía por base el patrón oro y por unidad el peso. Las piezas de oro tenían las denominaciones de uno, dos, cuatro, cinco, diez y veinte pesos; las de plata se acuñaron en los valores de diez, veinte y cuarenta centavos y de un peso; las de níquel, en las denominaciones de uno, dos y cinco centavos.
Cada moneda llevaba impreso su valor, peso, ley, año de acuñación y la inscripción «República de Cuba». Además, las de oro tenían en el anverso el busto de Martí y en el reverso el escudo nacional. Las de plata y níquel ostentaban en el anverso una estrella de cinco puntas, por lo que son conocidas como las monedas de la Serie «Estrella Radiante», y en el reverso el escudo de la República.
La Ley Monetaria cubana de 1914 autorizó la circulación de las monedas de Estados Unidos junto con las cubanas. Las monedas norteamericanas mantenían su curso legal y fuerza liberatoria ilimitada.
Las monedas extranjeras que circulaban en el país fueron sustituidas por las monedas nacionales y por las norteamericanas. La concesión legal otorgada a la moneda de Estados Unidos convirtió, en la práctica, a la nuestra en una moneda subsidiaria de la norteamericana, tanto porque representaba el mayor caudal en la circulación, como por el hecho de que era la moneda utilizada en el comercio exterior, sin olvidar la supeditación política y económica con que surgió nuestra República. Pasaron los años y la presencia de José Martí en la Numismática iba desapareciendo. La medalla en que se perpetuaba su recuerdo era conservada en los hogares de los viejos libertadores, fuera de la contemplación pública; y las tres millones cuatrocientas cincuenta y seis mil piezas de oro acuñadas en Filadelfia en 1915 y 1916, con un valor de veintitrés millones de pesos, apenas circulaban.
Las monedas de oro con el busto de Martí circularon poco en nuestro país. En primer lugar, porque el propio Gobierno cubano no quiso ponerlas a circular masivamente, recién acuñadas, por temor a los efectos de la Ley de Gresham; y, posteriormente, porque el alza del precio del oro en el mercado mundial durante la Primera Guerra Mundial, provocó su salida clandestina de nuestro territorio, a pesar de las medidas oficiales adoptadas para impedirlo.
En el curso de los años, la casi totalidad de ellas se habían exportado clandestinamente, y sólo permanecían en el país algunas cantidades atesoradas y otras en poder de los coleccionistas.
Las monedas de oro con el busto de Martí fueron las únicas acuñadas en nuestro país en ese metal hasta que comenzó sus operaciones la Casa de Moneda de La Habana, que en 1977 acuñó la primera serie en el marco de «Grandes Acontecimientos Históricos». De esta serie, compuesta de cuatro piezas, se acuñó una en oro, con valor de cien pesos, que ostenta el busto de Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de nuestra guerra por la independencia el 10 de octubre de 1868.