Banco Central de Cuba
2021-08-05
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Imagen relacionada con la noticia :La moneda y la banca en los primeros tiempos

Por: Julio César Macarós

Desde finales del siglo XVII, dentro de algunas ciudades –y, fundamentalmente, en La Habana– se estaba desarrollando el capital comercial como consecuencia, en primer lugar, del comercio tabacalero; a principios del siglo siguiente existían varios comerciantes que pagaban por adelantado parte de las cosechas de los vegueros ligados a ellos.

Esta forma de crédito comercial es, al parecer, la primera manifestación de un desarrollo superior de la primitiva economía de la colonia. Pero, no ocurriría lo mismo respecto al azúcar, cuyo sistema más extendido era vender al contado las zafras a los embarcadores españoles o a sus agentes que venían en las flotas y naves regulares.

Ya a mediados del siglo XVIII, por una parte, el capital comercial estaba creado en La Habana, mientras que, por otra parte, la Real Compañía de Comercio –fundada en la capital como una sociedad mercantil; sus propietarios tuvieron la “brillante idea” de obsequiar al Rey cierta participación en esta, con lo que obtuvo en 1740 el monopolio del comercio en Cuba y España– puso a disposición del desarrollo de la economía las reservas que tenía en la Isla con lo cual se proporcionaban nuevas posibilidades de financiamiento.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el crédito se origina casi exclusivamente del capital comercial nacional, el cual procedía de los ahorros de los grandes comerciantes españoles quienes estaban cada vez más estrechamente vinculados con los intereses de los productores y comerciantes cubanos.

Hacia 1790, Francisco de Arango y Parreño pedía de manera enfática liberar a los hacendados de la dependencia en que se hallaban en relación con los comerciante-refaccionistas. Si bien en La Habana esta situación se hacía intolerable por el alto interés del capital, en el interior del país se carecía de todo tipo de crédito.

Los préstamos del Estado, actividad donde participaban los comerciantes más acaudalados y grandes personajes de la oligarquía habanera, no fueron realmente importantes hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

Desde finales del siglo XVI, Cuba empezó a recibir auxilios financieros para afrontar los gastos de la defensa. Estos recursos, provenientes de las Cajas de México, eran llamados “situados”. Según la colonia fue adquiriendo un mayor desarrollo, los gastos atendidos por los situados se hicieron más numerosos. Estos se justifican por los desembolsos extraordinarios que era preciso hacer en La Habana para la construcción de fortalezas que garantizaran el sistema de comunicaciones imperiales; el más conocido fue el llamado “Sistema de Flotas”.

Durante el siglo XVIII, además de las atenciones militares, los situados se destinaban a cubrir las compras de tabaco por cuenta de la Real Hacienda, a la construcción de las murallas de La Habana, a los gastos de construcción de navíos en los astilleros del puerto y a otras necesidades.

La época en que los situados llegaron en cantidades realmente extraordinarias fue cuando la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, a causa de que, además de las atenciones tradicionales, se añadieron algunas nuevas, como las expediciones militares de ayuda organizadas en La Habana a favor de los patriotas norteamericanos.

Los situados estaban llamados a desaparecer en cuanto Cuba adquiriese todo el desarrollo de que era capaz, según los expertos de la época, lo cual se sucedió a partir de 1790. En 1806 llegó a La Habana el último envío.

El “impulso inicial” que los situados representaron para la expansión de las actividades económicas del país, lo cual haría de Cuba uno de los países más ricos del continente americano, no obstante, su escasa población y pequeño tamaño, fue significativo.

Los situados hicieron las veces de la compensación que requería la economía colonial del país, la que era incapaz de financiar las importaciones con las escasas exportaciones propias, lo cual en tiempos modernos podríamos igualar a una “ayuda al desarrollo” sin intereses ni pagos del capital.

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