Banco Central de Cuba
2021-08-02
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Imagen relacionada con la noticia :La moneda y la banca en la colonia

Por: Julio César Macarós

El dinero y la moneda aparecen en Cuba con la llegada de los españoles. Los primeros habitantes de nuestro país utilizaban el trueque para su reducido comercio. Sólo el más avanzado de los grupos indígenas que poblaban Cuba, el de los taínos, mantenía un intercambio con cierta regularidad, el cual se llevaba a cabo mediante el cambio de unas mercancías por otras; al parecer, las más comúnmente empleadas eran ciertos tipos de concha y caracoles, sin que ninguna de ellas hubiera alcanzado aún el rango de equivalente único o dinero.

La circulación de la moneda empleada en la isla desde los primeros años de la conquista dependió, en lo fundamental, de las acuñaciones de las casas de moneda americanas, fuente de la que se surtían prácticamente todas las colonias, e incluso la misma España. Desde el siglo XVI, y a pesar de que el comercio era pequeño, existió en Cuba escasez de la moneda de plata para las operaciones corrientes.

No es extraño entonces que se originara en la mayor parte de la isla una verdadera economía natural, sobre todo, en las operaciones menores. Incluso, en la propia villa de La Habana, donde las disponibilidades de circulante eran mayores, los vecinos se valían de los frutos de la tierra para obtener las cosas necesarias.

No sería hasta principios de siglo XVIII que comenzaría a desaparecer la situación crónica de falta de moneda, al menos en La Habana, a la vez que se ensayaban las primeras medidas de política monetaria en el Imperio Español. Las ordenanzas de 1730 del rey Felipe V, que fijaron la soberanía del estado en materia de emisión, deben considerarse fundamentales en la política monetaria de la isla. La circulación de la moneda macuquina es un hecho característico de la situación monetaria de Cuba en la segunda mitad del siglo XVIII y esto revistió una importancia superior a cualesquiera de los otros problemas financieros de la época.

La macuquina era una moneda de plata cercenada de tal modo que desaparecía el cordoncillo, por lo cual, además de perder valor intrínseco, se prestaba a la falsificación. Documentos de esa época atribuyen el hecho a los plateros a causa de la aguda escasez del metal para su trabajo. Sin embargo, la perspectiva histórica indica que esta reducción del valor de la moneda venía dado por el hecho de que los habitantes de la colonia querían disponer de una moneda que no fuera extraída por los extranjeros, ya fueran los propios españoles u otros residentes de América.

No es posible saber exactamente hasta qué grado se devaluó la moneda por este procedimiento, pero se conoce que aproximadamente en 1772 se decía en Santiago de Cuba que esta no se recibiría por menos de un 25% de reducción de su valor legal u originario, aunque en ciertas zonas del país, como en Sancti Spíritus, se llegó hasta el 75%.

Por real Orden de 18 de marzo de 1771 se ordenó recoger la macuquina y fundirla para acuñar una nueva moneda corriente, pero el proceso quedó retenido por más de ocho años a causa de la necesidad que se tenía de ella para las transacciones internas.

Tal era la necesidad del comercio corriente de moneda fraccionaria que fue necesario emitir papeletas provisionales e incluso se llegaron habilitar barajas francesas para este fin.

La confusión llegó entonces a su grado máximo: algunas monedas eran rechazadas por deterioro; otras, por falsificación; y, en general, el circulante no satisfacía las necesidades de la población.

En 1788 aún circulaban monedas de cartón, pero entonces, los comerciantes se negaban a recibirlas; ante esto tuvo que intervenir el cabildo, pues había personas que no podían comprar sus alimentos por faltarle aquella moneda que los vendedores estuvieran en disposición de aceptar. Ya en ese año circulaba alguna de nueva emisión, aunque en cantidades muy reducidas, y era esta la razón de la negativa de los comerciantes.

Todo este proceso de escasez de moneda y alteración de los recios coincidió con un alza de la economía colonial, a consecuencia de la intervención de España – y, en particular, Cuba – en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.

En 1787 llegaron por fin a Cuba y a las demás colonias de América las primeras remesas de la nueva moneda establecido por la Real Orden de 25 de mayo de 1786. Esta moneda tenía un 40% menos de valor que la de 1771, lo cual significó que se mantenía la devaluación que a través del cercenamiento había perseguido la economía colonial de Cuba desde la primera mitad del siglo.

Una de las cuestiones menos estudiada por los historiadores de la economía colonial es el crédito, el cual, por lo regular, no se aborda o se exagera su importancia.

Es cierto que las cuestiones financieras de la colonia presentan una complejidad extraordinaria y, en especial, el crédito, un elemento más dentro de las fuerzas que formaban la estructura económica de la isla que no deben considerarse el más importante, pero tampoco como poco determinante.

Mientras que en Europa el capital comercial fue desde tiempos inmemoriales la fuente básica del financiamiento, en Cuba este no se hace evidente hasta mediados del siglo XVIII.

 

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